Cada día nos convertimos en malabaristas, algunas prioridades van cambiando, y uno hace lo mejor que puede con el tiempo que tiene.

Por ejemplo, mis colaboradores tienen flexibilidad, escogen diariamente su horario de trabajo, si toca sacar algo urgente adelantan horas pero si ellos necesitan tiempo para alguna diligencia personal lo reponen en otra ocasión.

Además, trabajan desde donde quieran.

En mi caso llevaba una lucha interna y me sentía mal por no compartir a veces tiempo con mis hijos.

Y así como mis colaboradores adelanto tiempos, los recupero o postergo.

Confieso que muchas veces aunque me acuesto agotada pienso que no hice suficiente, así que me trazo metas empresariales, familiares y personales realistas para cumplir en el día.

Tengo la fortuna de que mi trabajo me permite flexibilidad en el horario como emprendedora, mi socio es mi esposo y eso también me facilita ciertas cosas y me complica otras también.

Procuro una vez a la semana tener una salida a solas con mi esposo y entendí que un viernes o sábado en la noche no era la única ocasión. Una merienda o caldito de costilla y lengua de onces mañaneras caen muy bien.

Además, trato de que casi siempre almorcemos juntos y de llevar a mis hijos al colegio, por muy grande que este mi hija y me dicen que debo dejarla ir sola, son momentos que paso con ellas y quiero aprovecharlos.

No es fácil tratar de encontrar un equilibrio, a veces lo logro y otras no, y es normal.

Y les cuento hacer ejercicio antes de empezar con la jornada me da mucha energía.

Y si me preguntas si el equilibrio existe o el balance, si claro, pero no es diario. Así que ánimo, haz lo mejor que tengas con lo que tengas pero siempre avanza.