La situación tiene un sabor amargo. El Doctor Robledo insiste en que sí "Colombia es café o no lo es", realmente me siento fantaseando- porque no soy tan viejo- a finales del siglo XIX: en un país mono-productor.
Mientras que anuncian la inundación de la robótica en la economía global, el sector productivo más tradicional de nuestro país se roba toda la atención; tanto que ha llevado a alinear al ya mencionado Senador con el mismísimo ex presidente de Colombia: Doctor Álvaro Uribe Vélez: Ay!, yo me acuerdo: “Usted es …”, “Hombre, que no lo soy”, “No TLC”, “Sí TLC”; solo por poner algunos ejemplos. Ahora, por fin están de acuerdo en algo: en rescatar a los cafeteros de la crisis.
¿Crisis?, pero yo no sé, ¿de qué están hablando? Y uno se pregunta, ¿entonces el resto del país en que está? ¿En auge? Robledo, que es un tipo inteligente, sabe que la gente especula con esto, pero pocos podrán negar que resulte chistoso encontrarse con esta perla política.
Lo cierto es que ambos hablan en nombre de esa abultada masa: campesinos, obreros, indígenas y empresarios a la que se unieron los cacaoteros, y al parecer los camioneros el miércoles podrían hacer parte. Colombia es un país que tiene gran versatilidad para “pegarse”, incluso a una protesta. Es decir, no demoran en enfilarse, estudiantes y otros sectores.
El café ya no es el principal proveedor de divisas, y ha perdido, por mucho, su privilegiado lugar en el mercado internacional, al menos en el nivel de producción.
La culpa es de la baja en la producción y en la baja del precio, según dicen. Lo que resulta algo extraño, si lo primero que enseñan cuando se estudia economía, es que la relación del precio con la oferta es inversa (Según Jonathan Malagón de FEDESAROOLLO: 1.993: 17 millones de sacos exportados frente 8 millones en 2012; en Diciembre de 2.011, la carga se vendía USD 605, y en Febrero de 2013 a USD 281).
Hay una explicación: los índices de productividad de nuestro país, son menores a los de los principales productores del resto del mundo. Y como en estos ya acostumbrados casos, lo mejor será que “papá Gobierno” tome medidas al respecto.
Todos sabemos la gran importancia de este sector en el país, y no cabe duda que si le va mal, gran parte de nuestra economía tenderá a la baja, dado el gran número de empleos y de ingresos que aún representa; sin contar otros beneficios de tipo cultural y “cafeínico-productivo” que implica esta bebida para el diario vivir de los colombianos.
Esto ha pasado de claro a oscuro, los cafeteros tan privilegiados a lo largo de nuestra historia, son la imagen de nuestra nación y ahora se puede observar cómo están dentro de un ícono que representa una economía primitiva, que aún hoy confía en las buenas bondades del libre mercado, tal como se hacía a la antigua usanza.
Después de tanta insistencia, entre economistas de todas las tendencias y corrientes en la importancia de la Tecnología y del desarrollo del sector de servicios, como factores de acumulación y de crecimiento económico, aún es evidente cómo nuestra sociedad tiene gran facilidad para organizarse y defender un Sector que si bien ha contribuido a una deliciosa imagen de nuestro país, no deja de ser una proyección de poco valor agregado.
Se supone que si un Sector económico ha sido fuerte a lo largo de los años, y se ha hecho beneficioso por las grandes utilidades por las demandas internacionales –tanto que nos pusieron, en el mercado local, a tomar café a base de grano de calidades inferiores-, es momento que afronte con productividad su actual incompetencia en el mercado abierto.
El aroma de esta discusión me recuerda a la ya moribunda sobre los sombreros “voltiaos”. Una doble moral en un país que quiere utilizar su cultura y tradición para no reconocer que es improductivo, incluso en lo que inventa.
En estos momentos de volatilidad económica en dónde el primer mundo se está viniendo cuesta abajo, y con el traslado de la concentración del poder económico global a otras zonas del mundo, no podemos seguir obviando la relevancia que tiene la formación especializada, la investigación y el desarrollo tecnológico.
¿A dónde fueron a parar esas bonanzas cafeteras? ¿Por qué las reservas de ellas, no son o no fueron suficientes para tecnificar el sector, por lo menos para alcanzar los niveles de productividad de países como Costa Rica y Brasil?
Ahora que se vino todo encima (crisis en primer mundo, aumento de la productividad del sector en otros países, revaluación, Uribe Vs Santos, etc.), sí hay que salir a protestar porque los intermediarios son los que ganan y los campesinos trabajan para ellos y no reciben el fruto de sus esfuerzos que les permita tecnificar y ser competentes.
Es momento de que el país se una y se oiga en una sola voz, por nuestro café, el mejor café del mundo. Por ahora, yo sigo pagando los mismos $500 por un tinto y espero que la próxima vez, sea más barato y que la pepa sea de excelente calidad, y también se la pueda echar a mi aguapanela.
Camilo Castro Rodríguez, Economista Universidad Industrial de Santander