Dejé a un lado a mis amigos y comencé a caminar sin rumbo observando el fastuoso paisaje a mi rededor, frondosos arboles y dulces melodías me habían hechizado. Sin darme cuenta me aleje demasiado, fue entonces cuando la desesperación entraba en mí al ver que no encontraba el sendero de regreso. Camine por un largo tiempo, el cansancio comenzó a notarse. Una pequeña bestia salió entre los arbustos, corrí hasta tropezarme para luego empezar a rodar colina abajo, rocas y ramas laceraron mi frágil cuerpo. Caí en un caudaloso rio que con gran insistencia quiso arrástrame, para evitar que la corriente me llevara me sujete fuertemente a una roca que allí yacía, aun lastimada saque fuerzas para subirme sobre ella y tenderme por un momento. Me senté, puse los pies en el agua y levante la mirada; vi el atardecer más romántico que hayan visto mis ojos...