Revista digital de análisis de actualidad: Noticias, empresas y academia. ISSN : 2805-6043 (En línea).

Escrito por: Juan C. Baracchi Velez.

Hace días me encontré con un par de amigos en un lugar bastante concurrido por los habitantes de mi ciudad, como era de esperarse los temas de conversación finalizaron con un toque político, de hecho, muchas veces lo evito para no caer en opiniones apresuradas sobre el devenir de este.

Esta vez fue casi imposible, porque precisamente este par de amigos intentan ser activistas políticos.

Inician su conversación política después de que me preguntan si yo aspiraré a algún cargo de elección popular, mi respuesta fue un rotundo “NO”, aunque movimientos políticos han tocado mi puerta siempre les digo lo mismo: “Quizá aspire en algún momento, pero si lo hago, será de manera ética, no estoy dispuesto ni a ensuciar mi nombre, ni a cometer ningún acto antiético para ganar dinero o la <<aceptación>> de la gente”.

Al ver la reacción un poco burlesca de los que en ese momento sentí como "resignados al sistema político actual", me veo en la penosa obligación de explicarles el “por qué” de mi respuesta, no son chifladuras, ni palabras vanas, son incluso redundantes porque la política intrínsecamente debería ser ética.

Un poco de historia

Antes de cristo, un gran filósofo griego llamado Aristóteles, atendiendo las necesidades de su gran ciudad, creó una teoría llamada “Política” en la cual establece ciertas generalidades para la evolución de la humanidad como sociedad.

Basado en la creación de una estructura de estado acompañada de unas normas básicas para lograr el funcionamiento de esta, entonces el no seguirlas sería lograr el "no funcionamiento" de éstas.

Cuando Aristóteles crea la teoría de la política, ya antes había establecido la teoría de la Ética, por lo tanto, al momento de elaborar la teoría “Poli” supone la aplicación de la Ética, incluso no hay que ser filósofo para notar que etimológicamente tienen una gran relación y no es coincidencia.

Bien decían los griegos que toda política supone un ethos y que para ellos, hace más de 2.200 años, era un sinsentido la existencia de la política sin ethos.

¿Hemos involucionado?

Luego me pregunto si realmente nosotros hemos evolucionado a través de los años o hemos involucionado, porque al ver que hoy para muchos el dinero tiene mayor importancia que la ética me permite deducir que entonces la mayoría ven el dinero como algo más importante que ellos mismos.

La ética es el principio fundamental de no fallarse a uno mismo, entre otras cosas, pues quiero decirles que tenemos mucho que desaprender porque la era del exceso de información ha hecho que los adinerados sean los ejemplos a seguir, que los del goce constante sean “ejemplo de vida”.

No lo podemos permitir, debemos ser selectivos en la información que adquirimos para evolucionar y no lo contrario. Cierro con una pregunta ¿Piensa usted seguir involucionando?

Edición: Directores de la revista PrimerNombre.com

Créditos de fotografía: El Espectador.

Escrito por: Juan Camilo Baracchi Vélez-columnista

En las décadas de los 80 y 90 nace una generación que pretendía dar un relevo en gran parte de los espacios de participación pública, y en la construcción de cambios sociales basados en las oportunidades que les accedían a los escenarios de la época.

Esta generación se encuentra con una era de la tecnología, la cual permitía una comunicación masiva; posteriormente, dio paso a lo que hoy se conoce como “globalización”, que consistió en la llegada de un inmenso flujo de información con el que los jóvenes fueron ampliando su aprendizaje y conocimientos, que en décadas anteriores solo era posible de obtener haciendo parte de alguna élite.

El interés actual de los jóvenes

Sorprende ver que en los jóvenes abunda, sin caer en el error de generalizar, el interés por temas limitados a algunos aspectos que tienen sus principios en las tendencias musicales, deportivas y del mundo del entretenimiento, como se hace llamar este último.

También creo que, cuando de filosofía de vida hablamos, ellos pueden centrar sus emociones y esfuerzos en el aforo de conseguir unos “pesitos”. En aquella reunión, en la que yo parecía un aislado enigmático, mientras todos gritaban y se reían, reaccioné preguntando: ¿Cuál es el sentido de la vida de la actual generación de jóvenes? fue cuando un erguido, “astuto” e inexperto mancebo se alertó, me miró fijamente a los ojos y, de una forma muy coloquial, me dijo: - disfrutar la vida-.

Sin duda, estoy de acuerdo en que ese es el sentido que merece la vida, entonces me detuve humildemente a reconocer lo mal formulada que estaba mi pregunta, y, con un tono parecido al de un mendigo cuando pide una limosna para recibir algo que le satisfaga, le lancé un interrogante al que no podría responder con sinceridad. Sin embargo, aunque intentaba hacer agradable su respuesta, no paraba de decepcionarme.

El amor al dinero

Mi pregunta fue la siguiente: ¿Qué es lo que te hace disfrutar la vida? En resumidas cuentas, pude deducir que lo hacía feliz el invento más codiciado que ha podido crear el hombre: el dinero.

Aunque, implícita estaba su verdadera intención de decirme lo que era, yo pude notarlo, y luego, pensando nuevamente en una fugaz acción, le dije: ¿y si te toca robar? Esto le produjo una sonrisa pícara reflejada por su rapaz personalidad, por lo que me dio una estocada marcando mi conciencia con la siguiente frase: -en este país, para salir adelante, hay que robar-. - O ¿acaso no te has dado cuenta? No tuve más remedio que aceptar que, en gran parte, ese joven, que es mi amigo, tenía la razón; tanta, que dudé si quien estaba errado en la vida era él o yo.

Esa es la sensación. El país me está dejando sin argumentos. La realidad no deja que defienda mi posición. Fue cuando me tocó entonces, soportarme en los viejos consejos de mis padres, abuelos, de mi familia en general y de mi conciencia. El único salvavidas que me quedaba era la ética, y fueron pocas las palabras que expresé.

Los valores en extinción

Al finalizar el día, cuando mi desnuda piel rozaba con la delgada tela que cubre mi colchón, me invadió el pensamiento de quién es la “gente decente” en la actualidad, mi respuesta es que el valor social se ha perdido, tal como lo dijo Juan Gossaín.

Particularmente, he comprendido que el valor de la sociedad ha ido en una transición que comenzaba con la honorabilidad y la honestidad, pero finalizaban en la corrupción y la delincuencia.

Así es, mis queridos amigos. Infortunadamente, nuestra generación hoy se ha dejado llevar por lo mundano y lo terrenal. Ha olvidado que nuestros niños mueren de hambre, que algunas especies de animales se están extinguiendo, que parte de nuestra fauna se está acabando y que nuestros niños no pueden tener tratamientos médicos adecuados.

Ha olvidado también que ciertas empresas privadas nos atropellan, que las empresas de servicios públicos nos están matando como un cáncer, que nuestras calles no funcionan, que el sistema judicial no sirve, que cada hecho de corrupción seguido escandaliza tanto, que oculta el anterior.

Incluso, nos olvidamos de casos como el de Reficar, Hidroituango, Odebrecht, Yuliana Samboní, Cartel de la Toga, funcionarios investigados, masacres y persecuciones políticas, fraudes electorales sin judicialización, los niños de la Guajira, entre otros.

Estimado lector, ¿ha olvidado todas estas cosas? Si su respuesta es no, mi próxima pregunta, sin lugar a dudas, será: ¿qué estamos aportando para darles solución a estas problemáticas?

La ética se puede denominar como “el actuar bien” y el hábito del “buen vivir”, palabras fáciles de decir, pero difíciles de cumplir, la Biblia por su parte, nos transmite que solo con fe se puede alcanzar la salvación.

Sin embargo, estas palabras son constantemente malinterpretadas, dado que la persona que manifiesta ser creyente y no obra correctamente es porque no ha aceptado a Cristo como su salvador personal.

Pero, ¿Qué conlleva la aceptación de Jesucristo como salvador? La respuesta es que al hacerlo inmediatamente el espíritu santo viene a morar en su interior, y teniéndolo a él, las buenas obras nacen y se realizan sin tanta dificultad, además se tiene conocimiento sobre cuáles son las mismas, y ver la diferencia entre el bien y el mal es posible con mayor claridad.

No obstante, el que obra correctamente no tiene garantizada la salvación ya que solo la humildad despojada del orgullo y el ego, permite aprender de la grandeza de Jesucristo y volverlo un modelo a seguir.

Finalmente, el actuar desinteresadamente en pro de los demás, se hace necesario para la salvación ya que quién no es capaz de amar a los demás no puede llegar a amar a Dios, y es en esta premisa donde se fundamentada toda la ética del ser humano y el gran mensaje de Cristo en la Biblia “Amar a Dios con todo tu ser, corazón y mente y al prójimo como a ti mismo”.

Directores de PrimerNombre.com

José Andrés Bayona Soto

Contador Público- Docente de la Universidad Francisco de Paula

Fernando Savater, filósofo y escritor español nos regala una valiosa definición de la ética, donde afirma que: “La ética no es más que la reflexión sobre aquello que es valioso para la vida; lo que hace la vida más digna de ser vivida por un ser humano”.

La ética es la misión. Reflexión activa de lo que se hizo en el pasado y de lo que se es en el presente, cada paso dado nos describe lo que hoy es nuestro sentido de ser, para hacer de nuestras actuaciones el reflejo de una responsabilidad reflexionada, perfectible de manera constante e incesante hacia la satisfacción razonable y la felicidad consciente.

Hagamos analogías y concentrémonos. La ética es como el brillo en la sonrisa, es como el paso elegante al caminar, es el buen aliento al hablar, es el corazón y la razón como hermanas siameses que se hacen fuertes y seguras al sentir la humanidad.

La ética en medio del bosque del bien y del mal, donde hay lobos buenos y lobos que no lo son tanto; nos invita a la protección de nuestra integridad, independencia, individualidad y nuestras ganas de vivir adecuadamente.

La ética es una manera sana de rebelarnos. Dentro de una piscina llena de agua y también llena de lo bueno y de lo malo, el agua fluye con la capacidad del nadador, fluye en la medida que la muevas y aparte de ello nos invita a adoptar un atrevimiento donde la razón sea emocionalmente apta, para nadar con la mayor destreza de conciencia y el mejor esfuerzo de trabajo, para hacer de lo bueno lo propio y de lo malo el punto de partida para mejorarlo.

La ética es un costo de oportunidad serio, es una obligación asumir decisiones y ponerlas en acción, tan solo la responsabilidad garantiza la marcha y la continuidad; sin duda al transitar el camino nos encontraremos con adversidades y contradicciones en otras personas, en los medios y en los contextos, que deberán ser afrontados por nosotros, con carácter.

La ética nos apoya en el despliegue. Mientras más nos dediquemos; con flexibilidad, compromiso y abstracción, mejoraremos nuestro crecimiento y desarrollo como personas, tendremos la facultad para desplegar una mejor forma de vivir por siempre y a cada momento porque la ética debe ser la costumbre mejor habida en nuestras vidas, es una práctica de absoluta observancia.

Que la ética nos invada a todos, es el ideal y sueño de ella misma. Tremendo sueño de la ética, honorable con sacrificio que la hace extraordinaria en su esencia y su identidad.

Si todos tuviésemos la concentración y el buen vivir facultado por ella en tantas y todas las cosas, cómo, las decisiones, acciones, en nuestras experiencias y vivencias y por supuesto en la imagen de nuestros aprendizajes, pues ella estaría contenta de su buen obrar y más allá de eso de su legado.

Si todos hiciéramos uso de la ética, lisa y llanamente seríamos responsables, conscientes, seríamos reflexivos, todos sabríamos vivir la buena vida. No habría ladrones ni policías, corruptos ni malos políticos, profesores ni alumnos con miedo, familias en discordia, personas que se suiciden, poder ni autoridad mal empleada, revelación conflictiva, insatisfacción por falta de empatías, causa para pensar que la vida deja de ser buena.

Todos éticos convocarán una revolución sana que salva lo valioso y digno de la vida al servicio de esta raza nuestra que se llama, humanidad.

La ética es el vivir como humano y para humanos, quitando las excusas que me justifican de mis errores y teniendo la oportunidad de aprender a ser cada día mejor de lo que quiero ser.

Si todos empleáramos en nuestro modo de vivir este sentido humano, entonces la ética no nacería ni se pariría más, ella después de todo se sacrificaría y llegaría a no existir, porque el humano educado y formado desde su conciencia, ya no la necesitaría puesto que ya logro mutarse en su transfiguración ideal.

Así pues, el sueño suicida de la ética nos ejemplariza el amable sacrificio: La ética sueña con encontrarnos a nosotros, por despertarnos la conciencia para que seamos buenos y vivamos bien.

Edición: Primernombre.com 

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