Revista digital de análisis de actualidad: Noticias, empresas y academia. ISSN : 2805-6043 (En línea).

Sin ámbito para el pensar

WILFRED ALONSO ROMERO ARCINIEGAS. Economista, (UIS) Magister  en Historia, (UIS)

Recientemente me encontraba leyendo y revisando algunos documentos de investigación en la parte anterior del auditorio Luis A. Calvo de la UIS. De repente, un vigilante que resguardaba la puerta trasera del auditorio se acercó ante mí, que me encontraba a 3 metros de dicha puerta, y me pidió muy amablemente que me retirara de allí, ante lo que yo muy amablemente respondí que no, pues dentro de mi perspectiva no estaba irrumpiendo, ni física ni metafísicamente, con la actividad celebrada en el recinto (los pasados grados del 30 de Marzo del presente año). Ante mi negativa, el vigilante respondió con voz atemorizante que le entregara el carné. Como yo no veía por ningún lado una acción condenable para entregar mi carné y verificar mi pertenencia al recinto universitario, mi respuesta fue negativa nuevamente. Al reconocer la impotencia de sus argumentos, el vigilante recurrió a una acción para poder lograr su cometido, esta acción de hostigamiento e intimidación fue amenazar con tomarme una foto, ante la cual le di respuesta afirmativa, en la foto seguramente apareceré leyendo.

La pregunta que nos viene al encuentro es ¿Qué podemos interpretar del actuar propio del vigilante ante mi negativa? Y, por supuesto, tomando en consideración la interpretación presente que yace ante la visión subjetiva de la acción, en cuanto sujeto afectado por la misma, debe reconocerse el sesgo. Aun así, para hacer propia de poder ser interpretada, fundamentemos la interpretación en los propósitos individuales e institucionales que allí acaecen. 1) la universidad como espacio preferente donde se conglomera el pensar. Tomando esto en consideración, las instalaciones físicas, de lo que pueda entenderse como universidad, deben estar posibilitando su ejercicio fundamental: el del pensar. 2) la acción del vigilante como revisor de los bienes institucionales. Los vigilantes, dentro de su misión como tal, deben estar verificando el normal funcionamiento de la universidad en el desarrollo de sus diversas actividades y procurar por resguardarlas. 3) el estudiante-docente que se encuentra leyendo y preparando documentos. Ante un rechazo de la monotonía de los espacios, el tercer sujeto de la acción lee a una distancia apropiada de la puerta que el vigilante resguarda.

¿Qué decir ahora de la interacción de los sujetos? La acción del vigilante interrumpe el ejercicio de la universidad. Si los vigilantes fueran, por su misión propia en la universidad, los generadores de conocimiento, entonces los estudiantes y profesores no serían necesarios. Pero como el sentido de la universidad es dado gracias a los seres humanos que la conforman, interrumpir sus labores, implica necesariamente, interrumpir el propósito de la universidad. No obstante, el vigilante puede aun creer dentro de su visión fantasmagórica, que la universidad es el cúmulo de edificios que se le aparecen como sujetos metafísicos, fetichizando su visión.

Ahora bien, veamos el problema desde su base fundamental. ¿Por qué el vigilante asume esta acción contradictoria ante todos los propósitos allí acaecidos? Porque los dispositivos de seguridad, fundamentados en la racionalidad moderna que entiende a los humanos como unidades productivas, asumen la negativa de sus políticas como una amenaza ante su funcionamiento, recayendo, como es el caso presente, ante la contradicción de sus fundamentos. Resultado: los seres humanos integrantes del alma mater son vistos como una amenaza. ¿Será que se espera con estas políticas que el espacio físico de la universidad sea rellenado de máquinas funcionales y por eso leer es un acto amenazante? Si es así ¿hacia dónde se desplaza la actividad propia del ser humano: el pensar?

Los dispositivos creados por la modernidad sustentados en la racionalidad paranoica de la seguridad, en nuestro caso la foto, las cámaras, la documentación institucional, son medidas de normalización que atentan contra los fundamentos que rigen la universidad, llegando así a un completo absurdo de sus propósitos originarios: el desplazamiento del ámbito para el pensar. Es cuando debemos preguntarnos ¿son las medidas aprobatorias de este tipo de políticas las que mejor caracterizan los propósitos originarios del ser universidad? La discusión está abierta, y como toda discusión es apremiante de ser exhaustiva.

La banalidad del mal llega siempre a nuestro encuentro cuando los sujetos tienen el carácter de ser unos hombres sin pecho. Ellos, sin lugar a dudas forman gran parte de los dispositivos sistémicos, el vigilante es sólo una de sus manifestaciones y su careta puede variar por cada uno de los estamentos universitarios y sociales. Aunque lo más preocupante es que el economista profesional puede no distar mucho de este carácter.

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