La Responsabilidad Social Corporativa es un ámbito en auge en el mundo empresarial de hoy en día, lo que antes era un tipo de Marketing indirecto al promocionar eventos culturales, sociales o campañas medioambientales ahora es toda una gestión corporativa con indicadores verificables.
Las acciones beneficiosas de las compañías a las comunidades donde operan ya no son aisladas o esporádicas, a lo largo del tiempo y hasta el momento se han consolidado en una línea o área sostenible de impacto tanto con el público externo como con los empleados que hacen parte de la empresa.
Postulados de diferentes autores coinciden que las acciones de RSC en la parte social inciden en la creación y aumento de valor de una compañía al mostrarse ante la sociedad como responsable con su entorno, generando mayor aceptación dentro de sus públicos objetivos e incidiendo positivamente en la mentalidad del ciudadano a la hora de escoger un producto o servicio entre varias empresas de su competencia.
Separar los dos parámetros resulta casi imposible, por la sociedad de la información en la que estamos inmersos en dónde una acción negativa o positiva de una corporación es evaluada, analizada, juzgada por su clientes potenciales o público objetivo.
Esto significa que a pesar que el producto o servicio sea de buena calidad y excelente precio si los trabajadores no poseen condiciones laborales aceptables se generará una campaña en las redes sociales sobre la explotación de la mano de obra repercutiendo negativamente en la empresa, igualmente sucede con la parte medioambiental.
A pesar que el concepto de RSC tiene premisas y efectos claros con tendencias positivas, autores como el premio Nobel de economía Milton Friedman, dijo que si los dirigentes de empresas aceptaran la idea de que les corresponde una responsabilidad social que no sea el obtener el mayor beneficio posible para sus accionistas socavarían los cimientos de la sociedad libre (Friedman, 1966:173).
Desde este postulado se puede inferir que no tuvo en cuenta las compañías que de alguna u otra forma con sus actividades afectan el medioambiente y que por lo tanto es necesario una compensación, la estrategia eficaz de apalancar económicamente las comunidades de la zona donde se encuentran para que existe un crecimiento sostenible en el lugar de impacto reduciendo los riesgos y aumentando su reputación. (Antolín & Fernández, 2004).
A raíz de esta situación de RSC, el 79% de los mil directores generales entrevistados por PricewaterhouseCooper tienen claro que es beneficioso sacrificar sus ganancias inmediatas para obtener resultados positivos a largo plazo maximizando el valor para los grupos de interés (Antolín & Fernández, 2004), transformando así sus utilidades en actos beneficiosos socialmente y a la vez aumentando la reputación de su marca y por ende su valía.
Además, suscita el interés por anunciar estas acciones de RSC validando la transparencia en la información sujeta a reacciones positivas del público y sirviendo a su vez de marketing pero de una manera sostenible con cifras y metas, clara y honestas, la sociedad entiende que no obedece a cuestiones sin fundamento de publicidad de autopromoción superficial sino a gestiones que generan transformaciones reales y tangibles en los entornos económicos, sociales y medioambientales.
Los comportamientos de responsabilidad social y medioambiental no se propagan como una moda pasajera empresarial sino que al proyectar una imagen positiva de la compañía son demandadas por las comunidades quiénes en los últimos años han tenido un despertar de su consciencia concernientes a las prácticas que deterioran el ambiente, discriminan laboralmente a las personas y violan los derechos humanos, entre otras conductas reprochables que atacan y causan movilizaciones sociales. (Antolín & Fernández, 2004).
Estas actuaciones reflejan que los ciudadanos no sólo adquieren un producto o servicio por sus beneficios propios, precio y calidad sino también analizan la reputación de la empresa para sentirse identificados con la misma frente a sus procedimientos y desiciones.
Además, las personas no sólo quieren satisfacerse comprando un bien por sus valores implicítos sino que desean ser particípes de causas sociales, campañas ambientales y proyectos económicos que apoyan esas compañias con parte de sus ganancias o en su cadena productiva añadiendo así valor económico al compromiso social adquirido.
Las cifras demuestran la veracidad de estos argumentos porque según un informe de CSR Europa y MORI (2000), el 70 % de los consumidores europeos - 89% de los españoles- consideran importantes los criterios de RSC a la hora de decidir adquirir un producto o servicio (FES, 2001), incluso algunos dejarían de adquirirlos si demuestran conductas reprochables (Antolín & Fernández, 2004).
A pesar que no existe una regulación clara de las conductas frente a la RSC, diferentes organismos han promocionado comportamientos de intereses heterogeneos. Más allá de sus obligaciones legales la sociedad de consumo exige una compensación social y ambiental, sobre todo si sus prácticas deterioran el medio ambiente o en otro caso no brindan buenas garantias laborales a sus empleados, por lo tanto, resulta beneficioso si sus conductas tienen un componente de RSC porque termina atrayendo y manteniendo un excelente recurso humano y fidelizando clientes al obtener una ventaja frente a sus competidores.
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Bibliografía
Antolín, M. N., & Fernández, R. (2004). Responsabilidad social corporativa: La última innovación en management . Universia , 28-39.
Escrito por: Daicy Celiani Echeverri Castillo- Comunicadora social, especialista en gestión pública (Universidad Industrial de Santander) y magister en comunicación e identidad corporativa (Universidad Internacional de la Rioja- España) (c)