Por: Sandra Liliana Oróstegui Durán, Economista (2004),
Mg Sociedades contemporáneas (2007), Mg Filosofía (2011)
Por estos días escuchaba en la radio a José Carlos Rodríguez Soto, periodista misionero español que se encuentra en Uganda con el propósito de hacer visible la problemática del conflicto en ese país, especialmente la que tiene que ver con los niños. Esta realidad tuvo una fuerte repercusión esta semana pues la Corte Penal internacional por primera vez dictó sentencia, y esa primera sentencia recayó sobre el caso de Thomas Lubanga, exlíder del movimiento Union for Congolese Patriots de la República Democrática del Congo, por reclutar niños menores de 15 años para la guerra.
Sin embargo, el periodista español fue entrevistado por el video “Kony 2012” que está rodando en Youtube. Este video fue producido por Jason Russell miembro de la ONG Invisible Children y tiene por fin cumplir con la promesa que Russell le hizo a un niño llamado Jacob de terminar con lo que está sucediendo en Uganda. Lo que está sucediendo en Uganda es que Joseph Kony, líder Ugandés del movimiento LRA (Lord’s Resistance Army) ha secuestrado a unos 30.000 o 40.000 niños, aproximadamente, pues las cifras varían de una fuente a otra; para reclutarlos como soldados en la guerra o convertirlos en esclavos sexuales. Para llevárselos, muchos de estos niños han debido asesinar a sus propios padres con el fin de que no tengan un hogar a donde volver. Estos niños también son usados como mulas para cargar el armamento y demás suministros del LRA y cuando están demasiado agotados por el trabajo, o los asesinan o los dejan botados en el camino para que mueran de hambre y cansancio.
Pues bien, para el periodista español, aunque el video no es del todo justo con la realidad del país en cuanto carece de contextualización y omite detalles importantes, reconoce, de todos modos, que el fin de Invisible Children, de hacer visible este conflicto en Uganda es válido e importante. Sin embargo, lo que a mí me llama la atención de todo esto es un detalle que menciona el señor Rodríguez Soto en su entrevista y es que afirma que en el mundo durante las últimas dos décadas la presencia de niños en los diversos conflictos del mundo ha aumentado porque los niños son más manipulables, e incluso pueden llegar a ser más crueles que un adulto. Además, menciona que la fabricación de armas en el mundo pareciera que ha observado esto como un hecho evidente y las armas, particularmente las Kalashnikov, o como más se les conoce los AK-47- se están produciendo de modo que la distancia que hay entre el gatillo y la culata es cada vez más pequeño, hecho que parece sugerir que estas armas se están fabricando para que sean usadas por los niños. En palabras de economistas ortodoxos diríamos que el mercado se está ajustando a la demanda. Ese detalle, ese pequeño detalle fue el que realmente atrajo profundamente mi atención, pues me ha permitido entender de manera mucho más clara la mutación que ha sufrido nuestra capacidad de comprensión de la realidad.
La promesa de construir un mundo amoldado a nuestros propios caprichos, con todas las opciones abiertas posibles y con la ilusión desaforada de poseerlo todo, nos ha nublado la capacidad de darnos cuenta de que lo que reposa a la base de esa realidad es una mera avaricia financiera. No se trata de complacer los anhelos humanos de nadie, se trata de producir ganancias y producirlas en su sentido completamente abstracto, es decir, el dinero por el dinero mismo.
Lo que mueve a las empresas a diferenciar, fraccionar y segmentar los mercados no es el hecho de que vivamos un poco mejor, de que tengamos un mayor confort o de que mejoremos nuestras condiciones de vida. El fundamento de todo ello es, en cambio, generar ganancias. Es cierto que al hacerlo muchos de estos bienes nos aligeran la carga de vivir, y precisamente allí es donde radica el éxito de la idea. Al aligerarnos la pesadez de la vida, nuestra atención está centrada en el confort, en el bien que conseguimos, en la comodidad que alcanzamos desplazando nuestras preocupaciones de lo fundamental a lo superficial. Así por ejemplo en el problema de Uganda, sólo vemos que hay unos niños que mueren, que son violados, que los convierten en asesinos, pero somos incapaces de preguntarnos, de dónde nace ese hecho, qué lo fundamenta, por qué se perpetúa, cómo acabarlo si, por ejemplo, se están construyendo armas cada vez más útiles para la utilización de niños en la guerra. Nada de eso se pregunta porque la respuesta es obvia para todos, porque eso genera ganancias. Al decirlo, ni siquiera se siente escalofrío. El ganar dinero sea como sea es la justificación más valida y menos discutible de todas.
De modo que, esto fue lo que me permitió comprender lo que escuché en la radio, que nuestro mundo actual es uno basado en el aumento de ganancias financieras, es uno donde la ideología del mercado se ha adueñado de nuestro modo de interpretar y de interpretarnos, donde nuestra capacidad de pensar se ha reducido al razonamiento lógico financiero. Por todo eso, si bien las denuncias que se presentan son importantes, la decisión de la Corte Penal Internacional es histórica y la labor de Invisible Children es significativa, nada de ello puede tener un efecto real ni en la vida de estos niños, ni en la de los niños colombianos, ni en la de los que están por venir hasta que no comprendamos que nos encontramos en un sistema en el cual por encima de la vida se ha puesto al capital.{jcomments on}