José Andrés Bayona Soto
Contador Público- Docente de la Universidad Francisco de Paula
Fernando Savater, filósofo y escritor español nos regala una valiosa definición de la ética, donde afirma que: “La ética no es más que la reflexión sobre aquello que es valioso para la vida; lo que hace la vida más digna de ser vivida por un ser humano”.
La ética es la misión. Reflexión activa de lo que se hizo en el pasado y de lo que se es en el presente, cada paso dado nos describe lo que hoy es nuestro sentido de ser, para hacer de nuestras actuaciones el reflejo de una responsabilidad reflexionada, perfectible de manera constante e incesante hacia la satisfacción razonable y la felicidad consciente.
Hagamos analogías y concentrémonos. La ética es como el brillo en la sonrisa, es como el paso elegante al caminar, es el buen aliento al hablar, es el corazón y la razón como hermanas siameses que se hacen fuertes y seguras al sentir la humanidad.
La ética en medio del bosque del bien y del mal, donde hay lobos buenos y lobos que no lo son tanto; nos invita a la protección de nuestra integridad, independencia, individualidad y nuestras ganas de vivir adecuadamente.
La ética es una manera sana de rebelarnos. Dentro de una piscina llena de agua y también llena de lo bueno y de lo malo, el agua fluye con la capacidad del nadador, fluye en la medida que la muevas y aparte de ello nos invita a adoptar un atrevimiento donde la razón sea emocionalmente apta, para nadar con la mayor destreza de conciencia y el mejor esfuerzo de trabajo, para hacer de lo bueno lo propio y de lo malo el punto de partida para mejorarlo.
La ética es un costo de oportunidad serio, es una obligación asumir decisiones y ponerlas en acción, tan solo la responsabilidad garantiza la marcha y la continuidad; sin duda al transitar el camino nos encontraremos con adversidades y contradicciones en otras personas, en los medios y en los contextos, que deberán ser afrontados por nosotros, con carácter.
La ética nos apoya en el despliegue. Mientras más nos dediquemos; con flexibilidad, compromiso y abstracción, mejoraremos nuestro crecimiento y desarrollo como personas, tendremos la facultad para desplegar una mejor forma de vivir por siempre y a cada momento porque la ética debe ser la costumbre mejor habida en nuestras vidas, es una práctica de absoluta observancia.
Que la ética nos invada a todos, es el ideal y sueño de ella misma. Tremendo sueño de la ética, honorable con sacrificio que la hace extraordinaria en su esencia y su identidad.
Si todos tuviésemos la concentración y el buen vivir facultado por ella en tantas y todas las cosas, cómo, las decisiones, acciones, en nuestras experiencias y vivencias y por supuesto en la imagen de nuestros aprendizajes, pues ella estaría contenta de su buen obrar y más allá de eso de su legado.
Si todos hiciéramos uso de la ética, lisa y llanamente seríamos responsables, conscientes, seríamos reflexivos, todos sabríamos vivir la buena vida. No habría ladrones ni policías, corruptos ni malos políticos, profesores ni alumnos con miedo, familias en discordia, personas que se suiciden, poder ni autoridad mal empleada, revelación conflictiva, insatisfacción por falta de empatías, causa para pensar que la vida deja de ser buena.
Todos éticos convocarán una revolución sana que salva lo valioso y digno de la vida al servicio de esta raza nuestra que se llama, humanidad.
La ética es el vivir como humano y para humanos, quitando las excusas que me justifican de mis errores y teniendo la oportunidad de aprender a ser cada día mejor de lo que quiero ser.
Si todos empleáramos en nuestro modo de vivir este sentido humano, entonces la ética no nacería ni se pariría más, ella después de todo se sacrificaría y llegaría a no existir, porque el humano educado y formado desde su conciencia, ya no la necesitaría puesto que ya logro mutarse en su transfiguración ideal.
Así pues, el sueño suicida de la ética nos ejemplariza el amable sacrificio: La ética sueña con encontrarnos a nosotros, por despertarnos la conciencia para que seamos buenos y vivamos bien.
Edición: Primernombre.com