La recuperación del espacio público combate directamente la informalidad, y este es uno de los propósitos de la alcaldía de Bucaramanga, para ello ha recurrido a negociaciones con los “microempresarios” de la calle, entre los que se encuentran la entrega de un local a 166 comerciantes en la Plaza de mercado 'Alberto Rueda' del Barrio Kennedy, adicionalmente también han recurrido al uso de la fuerza pública con aquellos que no se acogieron al plan municipal, siendo posteriormente víctimas del decomiso de sus herramientas de trabajo.
¿Quiénes han sido los damnificados en este proceso?
El surgimiento de la informalidad es un hecho recurrente en nuestra sociedad que nace del ingenio colombiano para sobrevivir. Visionarios alternativos han inventado carritos móviles personalizados de toda clase, es por eso, que encontramos por ejemplo, el que es para perros calientes, el del tinto, el de la mazorca, entre muchos otros más, cada puesto callejero es adaptado a las necesidades de cada vendedor.
En algunas ocasiones la informalidad se convierte en un negocio rentable dejando altas utilidades a los propietarios de los mismos, sin embargo sus dueños invaden los espacios públicos y evaden así los impuestos aun teniendo capital suficiente para formalizarse y a pesar de ello, las condiciones que les brindan a sus empleados son precarias.
Aunque esto no sucede en todos los casos, porque a algunas personas dedicadas a este oficio apenas les alcanzan los ingresos para el diario vivir.
Los puestos de comida que se encuentran en las calles de la ciudad, comenzaron con el fin de que esta actividad les brindará una estabilidad económica, pero varios de ellos fueron creciendo rápidamente y convirtiéndose en negocios exitosos por fuera de la ley.
El patrón regular de estos lugares es que sean atendidos por uno o varios empleados y el dueño, quien posiblemente sea también propietario de más puestos que circulan por la ciudad. La mayoría de los productos son proveídos por unas pocas fábricas caseras que también hacen parte de la informalidad. Y es aquí cuando la competencia desleal y la recuperación de espacio público pasa a ser tema prioritario.
Es increíble que un espacio público ocupado por un puesto de comida en la UIS se transfiera o sea “vendido” por una suma de 12 millones de pesos. Sin embargo es importante recordar que la informalidad presenta dos caras, la salvación económica de muchas familias o el negocio perfecto para evadir la ley.
El levantamiento de puestos informales de las calles de Bucaramanga conlleva en algunos casos a la formalización de un negocio, probablemente en algunos de los locales designados para este propósito como los del centro comercial Feghali.
Algunos ingeniosos rebuscadores pierden múltiples beneficios de la ilegalidad y otros se quedan desamparados al ver que la asistencia gubernamental no satisface sus necesidades básicas. Y es acá cuando los vendedores retoman las calles haciendo diferentes estrategias para burlar la autoridad, ya sea escondiendo sus mercancías y promocionándolas de voz a voz para convencer a los “potenciales compradores” de que los acompañen donde esta guardada, algunos tienen éxito y otros no, pero todos corren el riesgo de ser decomisados.
La identificación de los verdaderos afectados y el compromiso institucional son primordiales para evitar la repetida toma futura del espacio público, adicionalmente se requiere de una política integral que genere un cambio estructural en el empleo de Bucaramanga, orientada a la disminución del subempleo de la ciudad, uno de los principales alimentadores de la informalidad y por ende de la toma del espacio público.