YUBER HERNANDO ROJAS ARIZA Economista, Filósofo y Magister en Filosofía de la UIS
Me hallaba en una cafetería con un amigo, loco aquel, hablando de la Justicia en la Cárcel. Al lado nuestro una chiquilla con ojos grandes y saltones. De repente me dijo “es hora de emprender el cuento de éste país tierno y casto, mi querido amigo” a lo cual le respondí con vehemencia e ímpetu: “¡Bien dicho!, profanador impío, llevaré la nueva buena al país de las maravillas”. Enseguida, y con la vanagloria del ocaso, terminaba la tarde y comenzaba el cuento que él ha dejado para el gusto nuestro y que yo, como mensajero de lo no-divino, leo con fuego aquel juego de palabras de parto y duelo que el loco dijo a continuación y que ha quedado a merced vuestra.
»Érase una vez en el país de las maravillas, “punto”. Érase…una vez…en Paracolombia, “coma”…un hombrecillo, de corta estatura, con pinta de seminarista, bufón aburrido, engreído, colérico y austero…Érase entonces un lugar celestial, entre palma africana, Chiquita Brands, los Mancuso y el Ubérrimo, érase un “Érase” donde los bananos por metralla inundaron Apartadó, donde Uraba se transmutó en Urabeños y donde el prado se convirtió en Rastrojos. Así comenzó el país de las mil maravillas, “País”, digo, de malabares de y carnicería. La historia de ese hombrecillo, clase emergente y traqueta, testaferrato no tan barato como la cocaína dinastía Escobar y Cía, la misma María blancuzca, tan blanca y pura como sus ocho largos años de presidencia; “¡oh mentiras tras mentiras!”, mil una vez como nazi en tiempo de la Gestapo, “¿qué?” digo, Uribe en tiempos de la mafia democratizada, ultraderecha y empresarios, Indumil, “DAS y no das”, vacunas y MAS, número sabio de 12 apóstoles, porque hasta cristo ad infinitum guarda la última cena de elección a Londoño y tiene hermano mafioso y mal-hablado.
“Érase (¡sí señores!) una vez en Paracolombia” la historia de ese hombrecillo, monstruo crecidillo y lleno de un tierno miedillo, el Miedo que sienten aquellos Macbeth’s condenados al bosque y su cabeza en bandeja de plata, el miedo que padecen los homicidas cuando sienten ser atrapados sin lograr su cometida, “¿Descubierto quizás?” o tal vez en la mira de sus delatores en el país de los consumidores (de cocaína y prostitutas); “el miedo en el país de las maravillas”, hervidero de dictadura, caldo de cultivo para éste hombrecillo que se re-quiere blindar hasta los dientes (no vaya a ser que EUA lo extradite o la CPI lo tramite), porque “blindar” es una palabra que exige su propio blindaje cuando la carrocería de su acción deja al descubierto lo evidente, cuando no queda nada por ocultar “¿Acaso no es suficiente?” bajo la lupa de las tres brujas que acompañan a éste pobre Macbeth no hay nada oculto, no hay escapatoria a su propio destino.
“Érase una vez en paracolombia, un hombrecillo que llegó a presidencia” dejó al país a las puertas de otra gran ola de violencia, porque atrás deja la guerra de la Guerrilla para dar paso a la guerra de la ultraderechilla, dos cabezas del mismo bando asoman en Contrabandos, negocios de finca raíz, futbol, juegos de azar, armas, congreso, EPS, entre otros tantos negocios que, como mico de reforma a la injusticia, se cuelgan de la locomotora de Santos y compañía. ¿Qué más queda por decir? “Érase una vez en paracolombia, un hombrecillo que llegó a presidencia y no paró de hablar tonterías, un gendarme frustrado, un hombrecillo reo de rabia, expresión de cobardía, la misma cólera de la obsesión por el poder en el país de las maravillas” ¿Qué más queda por decir? El cuento que falta quizás por escribir, oda a la expresión más acabada del terror “Frente Antiterrorista (+) Revolucionario de Colombia” (la Farc creada por Uribe) y su ansia de un golpe desde la extrema derecha al estado de la derecha actual. ¿Qué más da en el País de las Maravillas? Fritanga para la risa y bala para el civil “¡arrrr!” porque “¡Señoras y señores!” estamos en Paracolombia, la nueva historia escrita por el primo de Escobar, la ultraderecha y el narcopoder»
Así terminó el breve cuento sin final. El cielo descolgó sus persianas. Abandonamos la cafetería de inmediato. Al lado nuestro, junto a la silla vacía y los zapatos de Van Gogh, quedó Alicia. El llanto envolvió el ambiente aromatizado por el café. La pobre chiquilla, sentada ella y con la cabeza puesta sobre la mesa, lloró a moco tendido porque había perdido su papel en el país de las maravillas. Nosotros, lectores de semejante papel, huimos del escenario y la dejamos en su sollozo desconsolado para darle paso a las palabras de un hombre sabio: “El Arte supera la verdad”. La imagen se deshizo en un instante. En medio de la oscuridad, más allá del fondo, la sentencia de una voz misteriosa: “Es la hora de decir: NO MAS”. Silencio.