WILFRED ALONSO ROMERO ARCINIEGAS. Economista, (UIS) Magister en Historia, (UIS)
¿Qué sentido tiene estudiar la historia? O si hacemos la pregunta en términos prácticos ¿Qué utilidad tiene el estudio histórico? Son preguntas que han sido discutidas una y otra vez por quienes se ensañan con la disciplina. Para la Economía, de hecho, el debate es aún de mayor envergadura, pues la teoría económica tradicional trata la historia si bien de carácter marginal a la disciplina, también de manera subsidiaria. No obstante, si la utilidad práctica del estudio histórico en términos de una racionalidad económica es prácticamente nula, la historia es, ha sido y será la disciplina que por excelencia pueda dar una mejor interpretación y sentido al devenir de la sociedad.
Esto es de mayor preponderancia cuando, por ejemplo, nos situamos en una época específica que aconteció a nuestro territorio actualmente llamado Colombia. Hablamos de la historia colonial, o periodo precedente al establecimiento de la República. Para muchos les es indiferente el legado importante que devino de nuestra experiencia de conquista. Este es el legado de unas relaciones sociales, económicas y políticas específicas que marcaron el rumbo de nuestra historia.
Una vez la corona española se asentó en las tierras americanas e inició la carnicería del Dorado con los nativos, se establecieron nuevos patrones de ordenamiento social en los cuales surge una economía extractiva y depredadora. Ahora los nativos entraron a configurar la nueva forma político-social de esta economía, esto es, el espacio de la muerte(1). Pero no solamente fue la aparición de una nueva forma de economía política de las indias lo que designó un nuevo rumbo para nuestras tierras; posterior a la entrada de la corona como institución rectora del espacio geográfico, se creó una reglamentación para garantizar un orden social. El resultado: un salto reiterativo a las reglas y visos de extralimitación del poder conferido a las autoridades y los pobladores blancos.
Con esto se quiere decir algo específico. Una vez se introdujeron las normas formales de regulación de los comportamientos, se crearon normas informales y éstas últimas terminaron por cumplir funciones más satisfactorias que las primeras. La corona propugnó por la creación de instituciones como la encomienda una vez fue significativo el descenso de población indígena, por ejemplo, pero ésta fue aprovechada al acomodo de la población blanca. En el terreno de las relaciones económicas tributarias no fue diferente. La regulación de las actividades productivas y comerciales por las cuales la corona quería mantener el control del territorio, terminó por incentivar actividades económicas paralelas, entre ellas las más representativas fueron el contrabando y los pactos “amistosos” entre la clase comercial y los funcionarios oficiales.
Entonces, la sociedad que, una vez se estableció el contacto cultural, se fue forjando creó condiciones para el desarrollo de comportamientos paralelos, los mismos que pudieran brindar mejores usufructos en las actividades comerciales y de producción. El legado de la experiencia colonial fue la tentativa constante a los comportamientos de la trampilla, el serrucho, el salto que tanto son representativos hoy en día entre nuestra clase política. La mentalidad heredada del legado hispánico tiene el tinte típico de la búsqueda de las formas más fáciles de acceso a los beneficios en detrimento del tejido social que los construye.
Solo cuando nos detenemos en nuestro pasado y evaluamos retrospectivamente los comportamientos heredados, podemos dar cuenta de un proceso que se funda no solo en formas modernamente desarrolladas de relaciones sociales, sino que tiene un legado histórico de gran peso; el mismo que puede obstruir fácilmente la formación de nuevos sedimentos e imaginarios sociales. La economía debe ocuparse, como disciplina social, de estudiar con detenimiento nuestras herencias históricas y de esta forma poder reconocer ampliamente la problemática que corresponde a nuestra experiencia. Una vez las nuevas generaciones de economistas se reconozcan como formaciones de una experiencia histórica propia, es decir, una vez nos apropiemos de nuestro pasado y lo hagamos representativo en nuestro actual devenir, podrán surgir las ideas que propugnen por un cambio definitivo y no aquellas que se ocupan de soluciones coyunturales.
(1) Es un término acuñado por el antropólogo australiano Michael Taussing, designando el relleno ideológico que deformó la visión de los europeos respecto a los nativos americanos. Citado por Germán Colmenares en: La aparición de una economía política de las indias.{jcomments on}