Sandra Liliana Oróstegui Durán, Economista, Mg Sociedades contemporáneas, Mg Filosofía
De esta manera ORLAN, la artista francesa que se encuentra en Colombia, describe ampliamente la manera como concibe su trabajo. Yo tuve la oportunidad de asistir a la conferencia que ofreció en la ciudad de Medellín el día 7 de junio, en la cual presentó su exposición que está compuesta, en su mayoría, de gigantografías en las cuales retrata las cirugías plásticas que se hizo en el año 1993.
La obra de ORLAN es chocante, transgresora e insubordinada, es decir, se trata de arte. Esa cosa que es bien difícil de definir en palabras, pero que se le queda a uno impregnada en la piel, no sólo por unas cuantas horas sino por varios días después de haber vivido la experiencia de encontrarse con una de las diez mejores artistas contemporáneas del mundo. La importancia de ORLAN para mi escrito de hoy radica en el hecho de que afirmó que el arte, debido a que tiene estos elementos críticos y transformadores de sociedad, es el elemento fundamental para la transformación de un país como este, apaleado por la violencia callejera, por la corrupción de cuello blanco y por la intangible incultura de los intelectuales de clase media.
Lo que se necesita en esta sociedad es arte. Arte de este, que transgrede, que se burla de los límites impuestos por un estado incompetente, por una iglesia inmoral y por una escuela ignorante. Lo que hace ORLAN es poner en cuestión la manera como se interpreta el cuerpo. Aquello que es lo más propio nuestro, pero que al mismo tiempo es lo más manoseado. Afirma ella que se trata de un cuerpo formateado, es decir, el modo como nos movemos, nos vestimos, nos dirigimos entre nosotros responde a unos cánones estrictos de comportamiento en los cuales nuestro cuerpo no tiene más remedio que plegarse a esa manera particular de actuar. Las mujeres, por ejemplo, tenemos inserto claramente cuáles son los movimientos que llaman sensuales, cómo es que hay que conquistar a un hombre, qué color de labios debemos tener, cuál es la altura de la falda. Por eso es que el cuerpo, lo propio, lo único propio, ha dejado de pertenecernos.
Que el arte es inmoral. A ORLAN la trató casi de inmoral la revista Arcadia cuando en su portada puso una obra de ella en la que mostraba un seno y la llamó “ORLAN la pornógrafa” sin contar con que los almacenes de cadena vetaron la edición y no permitieron que se vendiera en sus estantes. Sí es inmoral, pero inmoral para este marco moral, superficial, decadente en el que nos encontramos. Pues la revista SOHO, por ejemplo, sigue vendiéndose sin ningún tipo de reticencia, ¿por qué? porque ahí no se trata de arte, porque ahí no se cuestiona la sociedad, porque ahí no se critican los valores sobre los cuales tenemos anclados nuestros ideales, ahí es lo mismo de siempre, moda, superficialidad, tetas grandes y un cuerpo manoseado por el formato que nos brinda el espacio común en el que nos movemos. Por eso es que la carne se tiene que hacer verbo. Pues se trata de pensar lo que nos dice el canon. Este cuerpo que tenemos, que se haga verbo, que hable, que no se quede mudo ante los estereotipos que nos cuelgan todos los días. Que diga algo.
Entonces, sí lo creo. El arte es lo que puede salvarnos de la hecatombe a la que este país se acerca cada día con pasos gigantes y veloces. Este arte, que transgrede, que discute, que pone en cuestión. No ese de gordas custodiadas por guardias de seguridad. Éste, que nos hace pensar y se queda haciendo cosquillas en la garganta entre una especie de náusea y de sonrisa malintencionada, este que nos pone a reflexionar y tal vez no nos deja pensar tanto en la balas de la sopa del mediodía.