Revista digital de análisis de actualidad: Noticias, empresas y academia. ISSN : 2805-6043 (En línea).

LO QUE SE NECESITA ES EDUCACIÓN…

Sandra Liliana Oróstegui Durán, Economista, Mg Sociedades contemporáneas, Mg Filosofía

Lo que se necesita es más educación. Si la delincuencia aumenta, más educación. Si la pobreza aumenta, más educación. Si no hay desarrollo es por falta de educación. Prácticamente los problemas sociales de la actualidad encuentran todos su explicación en la falta de educación; y con ello, se convierte a la educación en una especie de entidad suprasensible capaz de, con su sola “presencia”, transformar todos los males en bienes. 

Esta situación ha creado varias cosas. Una de ellas es el que no nos demos cuenta, por ejemplo, de que los más grandes ladrones de nuestro país, los políticos corruptos, cuentan con altísimos niveles de educación.  Es decir, uno de los verdaderos, graves y profundos problemas de nuestra sociedad colombiana, como es la usurpación de los recursos públicos está siendo efectuada por gente que, precisamente, por estar muy bien educada es que conoce los vericuetos que les permite perpetrar sus actos ilícitos. Esto nos lleva a un segundo punto y es que evidentemente la educación es concebida como la aprobación sistemática de unos determinados currículos, que desembocan en el otorgamiento de títulos, más comúnmente conocidos como “cartones”.  Por eso, cuando se habla de que se necesita educación se piensa única y fundamentalmente en ello, pues el modo de demostrar nuestros niveles educativos es por medio de los cartones. Esto nos lleva a un tercer punto y es al hecho de que la educación se ha convertido en una generadora de competencias profesionales desligada de los problemas reales que tiene nuestra sociedad.

Por consiguiente, el problema no radica en la falta de educación, con minúscula, sino en la ausencia de Educación, con mayúscula. Y, debido a la insuficiencia del espacio que aquí tengo, simplemente afirmaré que la segunda, a diferencia de la primera, no se recibe únicamente al interior del sistema educativo, no se demuestra con cartones y no se reduce al aprendizaje de competencias profesionales.  Por todo ello, lo que me propongo mirar es uno de los asuntos que se encuentran en la causa y en el efecto de que la educación no sea Educación.

Me refiero al hecho de que como ni la educación, ni la Educación, son entes, seres en sí mismos, dioses que se pasean por nuestro mundo solucionando entuertos irresolubles para los hombres, sino que más bien es un sistema pensado, construido y realizado por seres humanos, es a estos humanos a quienes hay que echar una mirada. Específicamente me referiré a los profesores y en particular a los profesores universitarios.

Como dije, se supone que la educación -o tal vez la Educación- resolverá todos los problemas que nos aquejan hoy día. Y para poder hacerlo, una de las cosas que se requiere son profesores que guíen los espíritus hacia los rieles del progreso y la prosperidad. Eso supone, entonces, que los profesores deben ser los entes, estos sí, con unas determinadas calidades humanas, intelectuales, emocionales y materiales particulares, que les permita llevar a cabo su misión de la manera más conveniente posible.

Sin embargo, ¿qué tenemos? Según cifras del MEN, en sus informes sobre educación superior, en Colombia aproximadamente el 60% de los profesores que conforman la planta docente de las universidades son contratados en condición de hora cátedra. Esto significa que a un profesor sólo se le reconoce como trabajo remunerado la hora de clase que dicta. El tiempo que dedica a preparar la clase, calificar evaluaciones, atender a los estudiantes, responder correos electrónicos, asistir a reuniones institucionales, poner notas en los sistemas de las universidades, entre otras cosas que hacen parte de la labor de cualquier docente, ese tiempo no es reconocido como remunerable.

¿Qué surge de todo eso? Profesores que para poder mantener a su familia dictan 30 horas de clase entre semana, se van a dar talleres, charlas o clases extras los fines de semana, venden cualquier tipo de productos, desde libros hasta jabones de las compañías piramidales, se meten con cualquier amigo para que los anote en algún proyecto de investigación o algún artículo y así ganar punticos, hacen maestrías y doctorados a distancia o virtuales, e incluso trabajan, muchas veces, en cualquier cosa menos en algo que tenga que ver con la academia.

¿Y qué surge de todo eso? Clases a un nivel apenas elemental, tallercitos en grupo, exposiciones y diferentes maromas, que en algunos casos pueden efectivamente servir de apoyo al trabajo académico, pero que en la mayoría son simplemente salidas forzosas a la incapacidad de poder dar a basto con el compromiso de dictar una clase decente. De modo que si la cifra del MEN es correcta y de cada 10 profesores 6 son contratados por hora cátedra, eso significa que por lo menos 6 de cada 10 materias sean dictadas por personas que se encuentran en estas condiciones y que, en consecuencia, las cátedras sean dictadas por estas condiciones.

Ahora bien, además de saber que la situación ahí ya es crítica, no simplemente porque los salarios sean bajos, sino porque a los profesores se les está contratando en situación de subempleo, y en consecuencia es una situación indigna de sus capacidades, del lugar donde se está dando y de las necesidades que tiene la sociedad, hay abusos que ya sobrepasan este nivel de desprecio por la actividad docente, como se le conoce ahora. Por ejemplo, en la UIS, en el mes de marzo a los profesores de hora cátedra se les canceló solamente la mitad del salario que debería habérseles pagado. Llegando con esto a convertirse el precio de una hora de clase en una cantidad irrisoria. Haciendo cuentas simples la hora de un profesor cátedra en la acreditada Universidad Industrial de Santander fue de $6.250 pesos, eso es menos de lo que vale un pedicure, un manicure, un corte de cabello, una planchada y por supuesto mucho menos que una tinturada. Es menos de lo que vale una hamburguesa en la mayoría de ventas de hamburguesas de Bucaramanga y casi que a duras penas alcanza para un corrientazo.

Fuera de eso, en la UIS, un profesor cátedra no puede entrar a la universidad durante el tiempo de vacaciones, de hacerlo tiene que presentarse como visitante, justificar a qué va a la biblioteca y no sentarse por ahí en cualquier lugar. Pues como le sucedió al profesor Wilfred Romero (ver columna anterior) en la UIS, los edificios son más importantes que los profesores… cátedra.

Si es un profesor cátedra quien desea prestar un auditorio para un evento académico debe pedir unos permisos especiales. En algunas universidades no se les apoya ni económicamente, ni de otra forma, para que asista a congresos internacionales, y en algunos casos, ni siquiera para eventos nacionales en calidad de ponente. Por tanto, la situación precaria, indigna e insoportable de los profesores cátedra no se reduce solamente a una cuestión de salario, se trata de una cuestión de condiciones en todo sentido, humanas, intelectuales, emocionales y materiales. Así que no nos extrañe que apenas tengamos educación y cuando nos rasguemos las vestiduras porque vemos que nuestros impuestos se van por entre los bolsillos de los más corruptos, recordemos que los profesores que tuvieron, en su mayoría, trabajaron en condiciones que no les dieron para más.{jcomments on}

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