Ana M. Plata Fajardo, Economista, Msc Desenvolvimento e Meio Ambiente
La economía pura camina resbalosa en los bosques si no va agarrada de la mano de la antropología, la geografía, el derecho y por su puesto la botánica. El año 2011 fue declarado, según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), como Año Internacional de los Bosques. Teniendo en cuenta que este año ya se termino, vale la pena hacer un pequeño balance sobre la economía forestal en Colombia.
En 1959 aparece la Ley 2ª o “Sobre Economía Forestal de la Nación y Conservación de los Recursos Naturales Renovables”, casi 50 años adelante se crea la Ley 1021 de 2006 o “Ley Forestal” que años siguientes fue declarada inexequible por la Corte Constitucional Colombiana. Ha transcurrido más de medio siglo y la palabra economía forestal no se ha vuelto a mencionar en leyes colombianas.
No se puede culpar al marco institucional del desconocimiento de los valores sociales, económicos y ambientales de los recursos y servicios forestales. Hasta hace pocos años las universidades colombianas empezaron a incluir temas ambientales en los programas de maestría. Por lo tanto, la inexistencia de programas académicos sobre los beneficios de los bosques en la historia colombiana, puede considerarse como posible culpable de que no se den políticas acordes con la protección y conservación sustentable de todos los recursos y servicios de los bosques.
Los bosques ofrecen recursos maderables y los no maderables, así como innumerables servicios como regulación climática, fertilización de suelos, control de erosión, recreación, hábitat, conservación de la biodiversidad, educación, regulación de nutrientes, entre otros. La mayoría de los recursos de los bosques tienen mercado, es decir, existe una demanda de la sociedad por adquirir productos derivados de los bosques y hay firmas organizadas que ofertan estos productos, algunos destinados a la sustentabilidad, otros buscando únicamente rentabilidad económica. Por otro lado, muchos de los servicios de los bosques no tienen mercado establecido, sin embargo, la sociedad demanda indirectamente estos servicios.
La sociedad demanda aire limpio, cuencas hidrográficas sin sedimentación (control de la erosión), conservación de la biodiversidad, sustentabilidad de nutrientes en el suelo, entre otros. En este sentido, la economía forestal esta intentando formalizar mercados para aquellos servicios que la sociedad demanda y que necesitan de reglas de juego claras para evitar la famosa tragedia de los comunes.
Así como avanza la economía forestal en el mundo, también avanza la contra economía forestal. Existen detractores que desmeritan el papel de valorar el medio ambiente. ¿Por qué pagar por aire puro? ¿Cuánto cuesta la regulación de nutrientes? ¿Quién se lucra con los conocimientos de las comunidades ancestrales, custodias de los bosques? Discusiones como estas, demuestran la necesidad fehaciente de fortalecer el dialogo interdisciplinar en la conservación de los bosques.
Colombia es potencia en recursos y servicios forestales. Muchos países discuten este año en RIO + 20, instrumentos económicos para combatir el cambio climático. He aquí un llamado para abrir el dialogo y pensar en nuestros servicios forestales. Temas como permacultura urbana, agrosilvicultura, ecoturismo, captura de carbono, información genética, conocimientos ancestrales, conservación de la biodiversidad, entre otros, deberían hacer parte de los cursos de economía, de las maestrías y de los doctorados. La única forma de conocer nuestras bondades y de establecer reglas de juego acordes a nuestra realidad es fortaleciendo la educación que se ofrece en estas áreas. {jcomments on}